martes, 7 de febrero de 2017

A MI MADRE



A esa hora que los pájaros se arrebujan
en las ramas, no se si de necesidad o amor  
-pues es casi lo mismo-
y la pesada niebla de invierno
se sienta a descansar sobre los valles;
como antes, como casi siempre,
te recuerdo
Madre.

En esos instantes mágicos
que la luz cambia de signo;
primero bronce en el rostro,
más tarde, danzarina plata
sobre la pequeña almohada.
Después que el último trino del mirlo
se funde en tu voz
susurrándome al oído
cuentos de magia y misterio;
cuando mi asombro cubría tu sonrisa.
Te recuerdo
Madre.

Todo mi mundo existía contigo
en aquella pequeña  casa
junto a la iglesia;
donde el amor salía con el alba
y solo se adormecía en el ocaso.
Siempre impregnada de risas,
juguetes de hojalata y madera,
y de tus ojos llenándolo todo.
Siempre tus ojos .

La blanca casa,
donde adormecía la vieja imprenta
con rumor de hojas de otoño
y cantarinas letras de plata;
donde de tu mano  asistí
al milagroso parto de un libro.
Allí empezó todo:
de tu mano,
siempre de tu mano.

Mi madre,  mi dulce madre.
Te fuiste por aquellos altos senderos
solo transitados por las aves
a compartir el vuelo de las golondrinas
en  su viaje hacia dónde la luz es cálida
y el aire transparente;
allí donde el amor nunca se acaba.

Donde horizonte y luminosidad
se funden , allí estás tú;
confesándole al viento que me amas,
y el eco del viento
me devuelve su respuesta :
no hay muerte , si no ausencia de amor;
y este no es el caso.

Hernán 29/01/17




















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