El cemento y el ladrillo, fueron el eje
que integraron la urdimbre
que bajo formas agrias ,indecorosas
dieron cuerpo al ensanche.
Con ritmo acelerado y actitud sumisa,
con la ciega fuerza que da la avaricia,
en provecho del hombre y su codicia.
Yacen aquí, confusos muros, desvaídos,
sumidos en idéntico desprecio,
olvidados de las manos que un día los creara.
Podría salvarse algo todavía,
aún es posible la llegada
de una segunda mano que, piadosa
restañe las heridas,
despliegue la caricia
sobre la piel reseca del cemento;
más todo en general, esta perdido.
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30/05/17
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