Sucedió esta misma mañana,
entre
una multitud de miradas vacías,
indiferentes,
en el cruce de una calle.
De
pronto, un recuerdo absoluto, fresco y antiguo
y
en mi cerebro entró Mozart.
En
el suelo un estuche vacío de violín.
Mientras
la joven desliza el arco sobre las cuerdas
sus
ojos se llenan de dulzura.
Como
aquella chica del Mara 1 allá por los setenta;
estudiaba
virtuosismo,
y
cada noche aquellas bellísimas sonatas
traspasaban
los muros del colegio;
el
misterio y la intensidad secreta me sobrecogía
manteniéndome
prisionero e insomne de su magia.
Pude,
al fin, conocer su intimidad,
sus
doce años de dedicación y amor a la música,
sus
bellas mejillas sangrando de crueles
ensayos,
y
la ilusión por proclamar la belleza.
Mucho
más tarde,
cuando
la vida se reduce a un poso de recuerdos,
alguien
me hablo de ti
y
tu peregrinar por el barrio húmedo,
(
recuerdo tu orgullo de ser vasca)
siempre
a la entrada de algún bar,
o
en algún cruce de caminos,
con
el estuche del violín esperando una limosna.
Parece
que jamás los solos de Mozart
sonaron
tan tristes.
Por
eso, esta mañana,
mientras
me agachaba a dejar un billete en el estuche,
me
encontré de nuevo con tus ojos
y
no pude reprimir aquel aplauso
que
no supe darte entonces.
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Cuantos
sueños rotos se esconden
en
la vieja funda de un violín.
Hernán.
1 - Mara : colegio mayor
femenino en la Ciudad Universitaria de Madrid,
cerca del Elias Ahuja donde yo me hospedaba.