El talento no consiste en saber
lo que se ha de decir,
si no saber lo que se ha de
callar.
Mariano José de Larra
No se si Dios existe, pero si existe ,
se que no le va a molestar mi duda.
Mario Benedetti .
En una clase del colegio, le dije al
padre Santos:
—Lleva usted esa sotana durante cuarenta años;
menudo chasco si al final Dios no existe.
Toda la clase enmudeció y me miraron
estupefactos. El padre Santos era perro viejo y me
contempló en silencio. Sentí el peso de su mirada detrás de sus lentes oscuros, pues tenía fotofobia.
—La sorpresa será suya, si al final
existe.
Había estado un minuto de absoluta
inmovilidad hasta soltarme aquello. Las mejillas me ardían, y notaba las
rodillas cada vez más débiles; el silencio sepulcral en la clase no ayudaba
mucho. Mis ojos pasaron de los dos pozos negros del padre Santos a mis zapatos
Segarra, y allí se quedaron clavados.
—Tiene algo más que decir Sr. Hernán?
La pregunta había sonado dura y seca
como un latigazo.
Si yo no hubiera sido un pardillo de
quince años, le hubiera podido contestar:
«—Quizás las leyes del universo hayan
sido creadas por Dios, pero Dios no ha intervenido jamás en corregirlas o
cambiarlas. Todo funciona de acuerdo con la aleatoriedad y las leyes de la
física.
“Quizás no se pueda jamás demostrar
que Dios no exista, pero la ciencia hace a Dios innecesario”.»
«—¿Le compensará una vida perdida por
solo una remota probabilidad sin evidencia científica?
Quizás entonces el padre Santos me
preguntaría:
—Entonces, según usted, cómo definiría
esta vida?
Tendría que salir por los cerros de
Úbeda para zanjar la cuestión; emplearía un pensamiento que había leído en la
biblioteca del padre Patac:
—La vida no es más que un
paréntesis entre dos nadas.»
«Había reflexionado mucho sobre esta idea: conocíamos la "nada" de antes de nacer y todo sugiere que la "nada" después de muertos será la misma. ¿Alguien me puede explicar la diferencia?.
Nacemos del polvo ( en el doble sentido) , y volvemos a él. En el paréntesis, dejamos millones de neuronas, que se interconectan en complejísimas combinaciones eléctricas; que nos hacen : pensar, sufrir, sentir, amar… pero que al final se descomponen como el polvo, volviendo de nuevo a la nada. ¿O no ? … Esa era la apuesta del padre Santos, y sobre la que yo interrogaba .»
Pero como yo solo era un pardillo, le
contesté azorado:
— No tengo más que preguntar
padre.
—¿No se paró usted a reflexionar que,
esa pregunta de un presunto ateo, es tremendamente ofensiva; y que debería enviarle
cogido de una oreja a la oficina del padre rector para tramitar su expulsión?
El tembleque de piernas continuaba,
pero me había dado tiempo a respirar, y decidí batirme en retirada:
—Solo pretendía aplicar el consejo que
nos dio el padre Constantino: “la curiosidad es parte del aprendizaje”.
Al padre Santos se le acabó la
paciencia, y dirigiéndose hacia mí a buen ritmo, me levantó en volandas y
cogido de una oreja, me sacó al pasillo.
— ¡¡Ay!!… ¡¡Ay!!…—iba yo cantando—
—¡Pero padre, no quería ofenderle! ¡Solo
era mera curiosidad!
Vaya manía la de los curas, siempre me
enganchaban la misma oreja, que ya tenía descoyuntada—Pensé—
—Quédese aquí de rodillas hasta que
termine la clase. No le llevaré al rector, pero hará una visita al Prefecto; y
de momento: dos domingos y dos cines; además irá al despacho del padre
espiritual para que le revise el cerebro.
¡Esa maldita pregunta!... No tendría permiso
de salida en quince días—yo era interno— y, me tendría que quedar sin dos
películas del cole a las que era tan aficionado. ¡¡Mierdaaaa…!!.
Después de un cuarto de hora de
humillación en el pasillo, veo llegar una figura alta e inconfundible: de pelo
engominado y muy bien parecido. A grandes zancadas, se acercaba el padre Prefecto (Yo le llamada “Perfecto”). Al llegar a mi altura se me quedó mirando y me dijo:
—¿Usted?... ¿y otra vez de rodillas
limpiando suelos? —Su gallardía de “mocín de cine” era extraordinaria.
—¿Qué ha sido en esta ocasión?
—Nada padre; un pequeño malentendido
sin importancia.
El Prefecto jamás nos miraba a los
ojos al contestar. Era la mirada de un altivo patricio. Sus juicios eran
rápidos, aunque no siempre certeros.
—Como ya me imagino que el padre
Santos querrá que hable con usted; lo haremos ahora.
Se situó a mi espalda con el
“dialogador” en su mano derecha. Era un silbato de acero de buenas
proporciones. El diálogo consistía, en darte golpecitos de despiste por toda la
cabeza, hasta que cuando menos lo esperabas te daba un tremendo
coscorrón:
—¡¡Ay!!… ¡¡Ay!!… ¡¡Ay!!…
Recuerdo, que algún día de mala suerte,
me había tocado dialogar en varias ocasiones, y por la noche, no podía arrimar
la cabeza a la almohada con tanto chinchón.
—Dígale usted al padre al salir que ya
he hablado con usted.
El olor de la sotana del padre Prefecto,
era siempre a Old Spice, y a pesar del “dialogador “no nos importaba acudir a
su despacho, pues en la espera, ojeábamos alguno de los Playboys que tenía
amontonados (él decía requisados). La sotana del padre espiritual, al que
llamábamos: “Rosa Mística”, olía a jabón Chimbo y a Floid.
Había pagado un alto precio por
aquella estúpida pregunta. Ahora me tocaría una terapia de reconversión con el
“Rosa Mística”, y sus dichosos abrazos campechanos de olor a Floid, de los que
había que salir haciendo habilidosas y atléticas cobras.
En la última terapia mística, le
propuse usar el saludo de mi padre; que cuando nos veíamos cada cuatro meses,
me recibía con una sonrisa y una mano extendida:
—“¡Choca esos cinco chaval!”
Mi padre era muy a la antigua, y no le
entraban las costumbres rusas ni parecidas: ¿darse besos y abrazos para todo? ¿y del mismo sexo?. El decía, que un
hombre de bien da su mano para saludar, para despedirse, o para formalizar un
trato; y eso es sagrado. Lo mismo le dije yo al Espiritual cuando se puso “místico”
FIN
Aclaración:
Todos los personajes son reales y ya han fallecido.
Espero no haber sido irrespetuoso, pues no es mi intención. Hay que poner en contexto
y en la época el relato.
Lo que hoy
podría llevar a un juzgado a un profesor, entonces era una forma de
educar y muy exitosa en general.
El “Dialogador” existía tal como lo cuento; el
nombre lo inventé.
La anécdota también existió, pero la escribí con alguna libertad literaria.
¿Habrá dado el padre Santos con la respuesta?. Es una pena que jamas me la pueda contar.
Siempre
estaré agradecido a mis padres por llevarme a ese colegio.
Hernán 05/06/22
2 comentarios:
Tan bonito tu Site... Enhorabuena...
Muchas gracias.
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