lunes, 6 de junio de 2022

CUANDO APRENDÍ A CALLAR

 



El talento no consiste en saber lo que se ha de decir,

si no saber lo que se ha de callar.

 

Mariano José de Larra


No se si  Dios existe,  pero si existe ,

se que no le va a molestar mi duda.


Mario  Benedetti .


 

En una clase del colegio, le dije al padre Santos: 

—Lleva usted esa sotana durante cuarenta años; menudo chasco si al final Dios no existe.

Toda la clase enmudeció y me miraron estupefactos.  El padre Santos era perro viejo y me contempló en silencio. Sentí el peso de su mirada detrás de sus lentes oscuros, pues tenía fotofobia.

—La sorpresa será suya, si al final existe. 

Había estado un minuto de absoluta inmovilidad hasta soltarme aquello. Las mejillas me ardían, y notaba las rodillas cada vez más débiles; el silencio sepulcral en la clase no ayudaba mucho. Mis ojos pasaron de los dos pozos negros del padre Santos a mis zapatos Segarra, y allí se quedaron clavados. 

 —Tiene algo más que decir Sr. Hernán?

 La pregunta había sonado dura y seca como un latigazo. 

 Si yo no hubiera sido un pardillo de quince años, le hubiera podido contestar: 

 

«—Quizás las leyes del universo hayan sido creadas por Dios, pero Dios no ha intervenido jamás en corregirlas o cambiarlas. Todo funciona de acuerdo con la aleatoriedad y las leyes de la física.

“Quizás no se pueda jamás demostrar que Dios no exista, pero la ciencia hace a Dios innecesario”.»

 «—¿Le compensará una vida perdida por solo una remota probabilidad sin evidencia científica? 

 Quizás entonces el padre Santos me preguntaría:

 —Entonces, según usted, cómo definiría esta vida? 

 Tendría que salir por los cerros de Úbeda para zanjar la cuestión; emplearía un pensamiento que había leído en la biblioteca del padre Patac:

 La vida no es más que un paréntesis entre dos nadas.» 

«Había reflexionado mucho sobre esta idea: conocíamos la "nada" de antes de nacer y todo sugiere que la "nada" después de muertos será la misma. ¿Alguien me puede explicar la diferencia?.

Nacemos del polvo ( en el doble sentido) , y volvemos a él. En el paréntesis, dejamos millones de neuronas, que se interconectan en complejísimas combinaciones eléctricas; que nos hacen : pensar, sufrir, sentir, amar… pero que al final se descomponen como el polvo, volviendo de nuevo a la nada. ¿O no ? … Esa era la apuesta del padre Santos, y sobre la que yo interrogaba .»

 

Pero como yo solo era un pardillo, le contesté azorado: 

 — No tengo más que preguntar padre. 

 —¿No se paró usted a reflexionar que, esa pregunta de un presunto ateo, es tremendamente ofensiva; y que debería enviarle cogido de una oreja a la oficina del padre rector para tramitar su expulsión?

 El tembleque de piernas continuaba, pero me había dado tiempo a respirar, y decidí batirme en retirada:

 —Solo pretendía aplicar el consejo que nos dio el padre Constantino: “la curiosidad es parte del aprendizaje”.

 Al padre Santos se le acabó la paciencia, y dirigiéndose hacia mí a buen ritmo, me levantó en volandas y cogido de una oreja, me sacó al pasillo. 

 — ¡¡Ay!!… ¡¡Ay!!…—iba yo cantando—

 —¡Pero padre, no quería ofenderle! ¡Solo era mera curiosidad!

 Vaya manía la de los curas, siempre me enganchaban la misma oreja, que ya tenía descoyuntada—Pensé—

 —Quédese aquí de rodillas hasta que termine la clase. No le llevaré al rector, pero hará una visita al Prefecto; y de momento: dos domingos y dos cines; además irá al despacho del padre espiritual para que le revise el cerebro. 

 ¡Esa maldita pregunta!... No tendría permiso de salida en quince días—yo era interno— y, me tendría que quedar sin dos películas del cole a las que era tan aficionado. ¡¡Mierdaaaa…!!.

 Después de un cuarto de hora de humillación en el pasillo, veo llegar una figura alta e inconfundible: de pelo engominado y muy bien parecido. A grandes zancadas, se acercaba el padre Prefecto (Yo le llamada “Perfecto”). Al llegar a mi altura se me quedó mirando y me dijo: 

 —¿Usted?... ¿y otra vez de rodillas limpiando suelos? —Su gallardía de “mocín de cine” era extraordinaria. 

 —¿Qué ha sido en esta ocasión? 

 —Nada padre; un pequeño malentendido sin importancia.

 El Prefecto jamás nos miraba a los ojos al contestar. Era la mirada de un altivo patricio. Sus juicios eran rápidos, aunque no siempre certeros. 

 —Como ya me imagino que el padre Santos querrá que hable con usted; lo haremos ahora.

 Se situó a mi espalda con el “dialogador” en su mano derecha. Era un silbato de acero de buenas proporciones. El diálogo consistía, en darte golpecitos de despiste por toda la cabeza, hasta que cuando menos lo esperabas te daba un tremendo coscorrón: 

 —¡¡Ay!!…  ¡¡Ay!!…  ¡¡Ay!!…  

 Recuerdo, que algún día de mala suerte, me había tocado dialogar en varias ocasiones, y por la noche, no podía arrimar la cabeza a la almohada con tanto chinchón. 

 —Dígale usted al padre al salir que ya he hablado con usted. 

 El olor de la sotana del padre Prefecto, era siempre a Old Spice, y a pesar del “dialogador “no nos importaba acudir a su despacho, pues en la espera, ojeábamos alguno de los Playboys que tenía amontonados (él decía requisados). La sotana del padre espiritual, al que llamábamos: “Rosa Mística”, olía a jabón Chimbo y a Floid. 

 Había pagado un alto precio por aquella estúpida pregunta. Ahora me tocaría una terapia de reconversión con el “Rosa Mística”, y sus dichosos abrazos campechanos de olor a Floid, de los que había que salir haciendo habilidosas y atléticas cobras.

 En la última terapia mística, le propuse usar el saludo de mi padre; que cuando nos veíamos cada cuatro meses, me recibía con una sonrisa y una mano extendida:

 —“¡Choca esos cinco chaval!”

 Mi padre era muy a la antigua, y no le entraban las costumbres rusas ni parecidas: ¿darse besos y abrazos para todo? ¿y del mismo sexo?. El decía, que un hombre de bien da su mano para saludar, para despedirse, o para formalizar un trato; y eso es sagrado. Lo mismo le dije yo al Espiritual cuando se puso “místico”

 

 

 FIN

 

Aclaración: 

 

Todos los personajes son reales y ya han fallecido. Espero no haber sido irrespetuoso, pues no es mi intención. Hay que poner en contexto y en la época el relato.

 Lo que hoy podría llevar a un juzgado a un profesor, entonces era una forma de educar y muy exitosa en general.

El “Dialogador” existía tal como lo cuento; el nombre lo inventé.

La anécdota también existió, pero la escribí  con alguna libertad literaria.

¿Habrá dado el padre Santos con la respuesta?. Es una pena que jamas me la pueda contar.

 

 

 Siempre estaré agradecido a mis padres por llevarme a ese colegio. 

 

Hernán  05/06/22

2 comentarios:

M del Carmen B. García dijo...

Tan bonito tu Site... Enhorabuena...

Hernán dijo...

Muchas gracias.